Juan Torres López
Catedrático de Economía Aplicada de
la Universidad de Sevilla
Hace ya cinco años que la crisis empezó a mostrarse
con todo su vigor y que los economistas más críticos comenzamos a advertir de
lo que se venía encima. Desde entonces hemos venido analizándola, haciendo
propuestas constantes y señalando sus peligros y las circunstancias más
favorables que había que tratar de crear para poder hacerle frente mejorando en
la mayor medida de lo posible el bienestar de las personas. En un artículo que
publiqué el 10 de septiembre de 2007exponía la que me parecía que la verdadera
naturaleza de la crisis y decía que había alternativas pero que no podrían
llevarse a cabo "si los ciudadanos no son capaces de negar el estado de
cosas actual, de imponer su voluntad sobre la de los mercados en donde
gobiernan los poderosos y para ello es preciso no solo que sean conscientes de
la naturaleza real de estos problemas económicos sino que tengan el poder
suficiente para convertir sus intereses en voluntades sociales y éstas en
decisiones políticas". Mensajes parecidos, si no idénticos, divulgaron
otros economistas, asociaciones, sindicatos y organizaciones de todo tipo.
Pero a pesar de saber desde el principio lo que iba a
suceder y de disponer de suficiente información y de conocer las alternativas,
lo cierto es que no se ha conseguido articular la fuerza social y política
suficiente para frenar los recortes sociales y el desmantelamiento de la
democracia.
Es cierto que se han llevado a cabo experiencias
novedosas y rompedoras, como el 15-M o los movimientos de indignados en otros
lugares del mundo, que ha habido más unidad de acción que nunca, que el número
de personas que acude a actos, conferencias, seminarios, reuniones en plazas,
manifestaciones, etc. es mucho más elevado que antes de la crisis. Y creo que
igualmente es cierto (o al menos yo lo percibo) que hay un "deseo" de
que la respuesta social vaya a más, de involucrarse y de ayudar a que cuajen
alternativas que pongan fin a lo que está pasando.
Hemos avanzado, es verdad pero no lo suficiente. No
podemos olvidar que vivimos en situación de emergencia, que muchos de los
cambios que está llevando a cabo el Partido Popular (y que empezó a aplicar
antes el Partido Socialista) pueden ser irreversibles durante muchos años, y
que no hemos sido capaces de evitar casi ni una sola de
las grandes agresiones a los trabajadores, a los sectores sociales más débiles o a la ya de por
sí débil democracia que tenemos. Que ni siquiera han cesado los desahucios, que
la pobreza sigue aumentando, que cierran miles de pequeñas y medianas empresas
perdiéndose con ellas miles de puestos de trabajo,... y que, muy posiblemente,
todo eso no ha terminado, ni muchísimo menos.
¿Por qué no avanzamos?
Por eso que creo que es fundamental preguntarse por la
razón de la impotencia, de la incapacidad para movilizar a toda la gente
necesaria y sobre lo que se debería hacer para ser más efectivos frente a la
agresión que tanta gente sufre y rechaza.
A mi juicio, la primera razón es que el neoliberalismo
ha creado condiciones muy idóneas para multiplicar el número de personas que no
se defienden a sí mismas porque el paro, la deuda, el trabajo precario, la
pobreza, la doble jornada de las mujeres o la exclusión amedrentan a quienes
los sufren. Ha creado seres humanos individualistas, que se aíslan, que actúan
ensimismados, sin apenas capacidad para mirarse en los demás para descubrir que
cada uno de nosotros es también el otro o la otra de alguien. Han destruido los
lazos solidarios y, por tanto, se hace muy difícil que se den la coalición y el
compañerismo.
En mi opinión, las corrientes progresistas, o
simplemente opuestas a todos estos fenómenos de explotación y de
deshumanización, no han sabido hacer frente a este nuevo tipo de sociedad y de
seres humanos.
Por eso creo prioritario que todos estos sectores
opuestos a lo que está pasando hablen y se dirijan de otro modo a la gente, con
pedagogía y no desde la abstracción ideológica, para que puedan entender su
discurso alternativo no solo los convencidos sino la gente humilde, la inmensa
mayoría de la sociedad, enseñándole cómo le roban los bancos, las eléctricas,
los políticos corruptos, cómo le mienten los grandes medios de comunicación,
por qué le quieren quitar el médico del seguro para ponerle otro de pago o por
qué dicen que hay que hacer recortes en aras de una falsa austeridad. Y
llevando eso a un programa de acción política alternativa muy elemental, de
justicia económica, de auténtica democracia, de independencia frente a
potencias extranjeras y de castigo de los culpables.
La segunda causa de nuestra impotencia es la desunión. Es inconcebible que los sectores
que están enfrentándose a la agresión neoliberal no logran ponerse acuerdo.
¿Como es posible que ahora mismo estén funcionando en España, cada uno por un
lado, los sindicatos, las mesas de convergencia, las asambleas constituyentes,
el Foro Cívico de Anguita, la cumbre social, los socialistas de izquierda, la
convocatoria social de Izquierda Unida y otros partidos progresistas, el 15-M,
las Mareas, el Partido X, más alguna otra plataforma que quizá no conozca,
cuando en realidad todas proponen prácticamente lo mismo, es decir, frenar las
agresiones que se están produciendo, evitar los recortes de derechos sociales y
hacer que la crisis la paguen quienes la han provocado?
Es imprescindible que dejemos de lado lo que nos
diferencia para hacer frente a un enemigo común, sobre todo, cuando también es un
hecho que todos contemplamos al mismo enemigo: el capital financiero, los
bancos, las grandes corporaciones empresariales, los grupos políticos,
mediáticos, judiciales, etc. que los apoyan, y algo a lo que llaman democracia
pero que no lo es.
Es impostergable promover ya la más amplia unidad
ciudadana, de las plataformas, sindicatos, partidos, movimientos,
organizaciones y personas que están en contra de la agresión que se viene
realizando contra "los de abajo" para apoyar un acción unitaria de
respuesta y de cambio.
Finalmente, no avanzamos porque quienes se enfrentan a
las agresiones y recortes de derechos no terminan de articular una respuesta
política efectiva capaz de frenarlas. Para conseguirlo no basta con organizar
respuestas fuera de las instituciones. El poder "de la calle" es
insustituible pero también insuficiente. Los poderes que hoy día nos oprimen se quedan tan
anchos si salen millones de personas a la calle un domingo y el lunes pueden
seguir en el parlamento y el gobierno elaborando y aplicando sus leyes.
Tenemos que salir a la calle pero también tenemos que
llevar la voluntad de la gente a los parlamentos y llegar al gobierno. Tenemos
que ocupar el Congreso pero de verdad, haciendo que entren en él docenas de
parlamentarias y parlamentarios de nuevo tipo para denunciar el poder oculto de banqueros y
patronales que no se presentan nunca a las elecciones, para bloquear las
agresiones legales que hacen desde allí y para promover y asegurar que se hagan
otras más favorables para los trabajadores, para las gentes humildes, para la
naturaleza, y para los pueblos más pobres del planeta.
Hay que meter al menos a 150 o 200 diputados y
diputadas en el Congreso como auténticos representantes de la
calle y de una
nueva mayoría ciudadana. La inmensa mayoría de los que están allí no nos
representan y se pueden echar fuera si nace un sujeto político que sea
"otra cosa", de nuevo tipo, participativo, sometido a la voluntad
colectiva y ajeno a los vicios de las viejas burocracias partidistas, si se
organizan candidaturas ciudadanas con elecciones primarias de candidatos, con
estatuto del diputado o diputada que contenga sus derechos económicos,
políticos, los periodos de mandatos, el procedimiento de revocación, etc. y si
no se forman como una simple sopas de letras sino como expresión de la
movilización y del empoderamiento de la gente en la calle.
Propuestas
Los promotores de todas las plataformas que se han ido
creado en estos últimos tiempos para hacer frente (estoy seguro de que con la
mejor voluntad) a esta agresión deben acordar su disolución para promover la
creación desde las bases de un nuevo espacio unitario de encuentro y movilización que recoja las
actividades de todas las anteriores, que se abra en la mayor medida de lo
posible a toda las sociedad y que obligue a que dimita un gobierno que incumple
su programa y que es incapaz de solucionar los problemas de España.
Se debe elaborar y proponer un programa
de mínimos que plantee
la desobediencia civil ante tanta injusticia, que señale todo aquello por donde
no estamos dispuestos a pasar y ofrezca alternativas.
Y hay que llamar y al mismo tiempo autoconvocarse para
que la gente se organice desde la base para generar una auténtica red de
ciudadanía comprometida y activa, protagonista de la vida política, que culmine
en la preparación de nuevos modelos de candidaturas en todas las provincias con el
objetivo de estar preparados para participar en las próximas elecciones con
protocolos de actuación que salvaguarden la democracia deliberativa (que no
tiene por qué entenderse como galimatías asambleario), la participación
efectiva, elecciones primarias y que garanticen un nuevo modo de ejercer la
representación ciudadana.
Finalmente, es muy importante que quienes promuevan
estas acciones sean conscientes de que sus propuestas no deben hacerse pensando
solo en las mujeres y hombres de izquierdas o de su misma sensibilidad
ideológica o política sino para toda la sociedad.
De hecho, es materialmente imposible que las reformas
urgentes que hoy día necesita España se puedan llevar a cabo solo por lo que
tradicionalmente se sitúa en el campo de la izquierda. Hay sectores sociales y miles de
personas que no tienen por qué sentirse ideológicamente identificados con los
planteamientos filosóficos o políticos de quienes somos de izquierdas, pero que
coinciden totalmente con las propuestas de regeneración y reconquista de los
derechos que planteamos: que quieren que se pidan responsabilidades, que no se
permita robar, que se combata la corrupción, que se garantice la financiación a
la economía antes que los privilegios de la banca privada, que se facilite la
creación de empresas y de empleo eliminando nuestra dependencia de las grandes
multinacionales y grupos bancarios, que las instituciones se corresponsabilicen
con el cuidado de los dependientes a través del gasto social o que se respete
el medio natural por encima de todo.
Por eso es igualmente fundamental que ese nuevo sujeto
político se abra a otras opciones que desean salir del régimen caduco de una
transición que mantuvo prácticamente intacto el poder de los grupos
oligárquicos y que ha ido degenerando la vida política y la democracia poco a
poco. Hay que buscar y conformar alianzas amplias para regenerar nuestra
sociedad y para avanzar hacia una institucionalidad diferente y plena y
realmente democrática.
Me parece que todo esto es urgente y que para ponerlo
en marcha solo hace falta que las personas normales y corrientes quieran
comprometerse y actuar como lo que son, dueñas de sus destinos. En Sevilla y en
otros puntos de España nos hemos empezado a auto convocar personas de diversas
procedencia y sensibilidades que queremos
cambiar y fomentar la unidad ciudadana. ¿Por qué no intentarlo cada vez con
más gente y en más lugares?
No hay comentarios:
Publicar un comentario