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jueves, 13 de febrero de 2014

Comer menos carne mejora la seguridad alimentaria.


Disminuir el consumo de carne en los países desarrollados contribuiría de forma decisiva a reducir el número de crisis alimentarias al tiempo que reduciría sus costes, según un estudió recogido por The Guardian.



Comer carne prácticamente a diario, un hábito que ha acabado asentándose en los países desarrollados, conlleva riesgos que van mucho más allá de la salud. Para satisfacer la demanda, hay que industrializar la producción de carne y, por consiguiente, someter a los animales a condiciones altamente estresantes; también hay que alimentar a estos animales, mayoritariamente con grano o piensos; y hay que hacerse un hueco para granjas, pastos y eliminación de residuos ganaderos.
Muchas de las crisis alimentarias que se han dado en estos últimos años, empezando por la de las vacas locas, tienen su origen en una presión cada vez mayor por obtener carne a precios asequibles. El consumo reiterado de carne, por otra parte, está vinculado a la epidemia de obesidad que se vive en los países desarrollados.
Desde un punto de vista económico, a mayor consumo de carne, mayor consumo de grano. Además del incremento del coste de cereales y forrajes, se está dando un empobrecimiento en variedades de consumo humano, lo que está llevando, como ya ocurre con el biofuel, a precariedad alimentaria en amplias zonas del planeta.
La propuesta de especialistas británicos, como recoge The Guardian, es reducir el consumo de carne a una o dos veces por semana. Solo con esta medida, sostienen, las aguas volverían a su cauce al disminuir la presión de la demanda.

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